miércoles, 19 de enero de 2011

Cuba Coyote S.A.

Cuba Coyote S.A.
Desde Florida, Camagüey; hasta Miami, Florida

El grupo de 28 cubanos –8 mujeres, 2 niños y 18 hombres- sentados en el fango y las raíces de mangle,  hostigados por enjambres de mosquitos y el frío; esperaban en un islote cenagoso del Golfo de Batabanó, por la lancha de los coyotes que los llevarían a Cancún, México.
Era la noche del 25 de Diciembre del 2010, el mes más frío de los últimos 50 años en Cuba; y morir por hipotermia era uno más de los tantos riesgos que incluían ser tiroteados por los guardafronteras cubanos, ahogarse, ser secuestrados, extorsionados; y hasta asesinados en México, o ser atrapados y deportados a Cuba por la migra mexicana.

Una de las criaturas deformes que parió la terrible crisis económica de los ‘90s en Cuba, fue el tráfico humano masivo desde la isla hacia los Estados Unidos. Hoy, 20 años después de la desaparición de la URSS y sus subsidios a la isla, y bajo el rígido control de una junta militar vitalicia; la nación se deshace en la miseria material y moral, y la desesperanza. Somos una nación que sueña con emigrar.
Al principio de esa década fueron unos pocos cubanos residentes en Miami los que pagaban cigarretas para que trajeran sus familiares desde Cuba; luego lo esporádico se hizo habitual, y hoy es un negocio internacional y multimillonario en el que participan lancheros cubanos, contrabandistas mexicanos y hasta oficiales corruptos de las fuerzas del orden de México.
El costo del pasaje es de 10 000 dólares por persona. Cada año miles de cubanos llegan a EE.UU. usando los servicios de estas organizaciones criminales.
En 1995, con la ley pies secos - pies mojados, los traficantes movieron las rutas de contrabando humano a la costa sur cubana, y a través del Golfo de México, rumbo a Islas Mujeres; desde donde los “suben” por tierra mexicana hasta la frontera norteamericana.
Este relato es el de un pasajero del lanchazo que ocurrió por Batabanó, La Habana, Cuba en la navidad del 2010; desde la salida de su pueblito natal, Florida, Camagüey; hasta su llegada a Brownsville, Texas el 13 de Enero del 2011.

P*** tiene 23 años, un tipo flaco y bajito que aparenta ser aún más joven de lo que es, tiene una licencia de cuentapropista por la que paga 200 pesos (unos 4 dólares) mensuales al gobierno y otros 300 pesos al dueño del portal donde trabaja, y gana entre 80 y 100 dólares al mes, 2 veces más que un médico en Cuba; viste y come decentemente, es soltero y popular con las muchachas, y además es el único hijo de una madre que lo adora.
Aunque vive mejor que sus amigos, las leyes cubanas no le permiten expandir su negocio o invertir sus ganancias, tampoco comprarse un carro y una casa, o viajar al exterior; ni siquiera visitar La Habana, la capital de su país, sin una autorización especial de las autoridades.
El muchacho, como la mayoría de los 11 millones que habitan en la isla es, por decreto oficial y a perpetuidad, un ciudadano de segunda; pero está decidido a cambiar su vida.
El 3 de Agosto del 2010 fue el primero de sus 5 intentos de escapar de Cuba

 La Organización.
Las redes de coyotes operan en un triángulo cuyos vértices se asientan en La Habana, Cuba; Cancún, México y Miami, EE.UU.; pero sus ramificaciones van más allá, moviendo su mercancía humana a todo lo largo y ancho de estos 3 países; dejando a su paso una estela de corrupción, violencia y tragedia; aunque también ayudando a alcanzar la libertad a los miles de cubanos que sobreviven la odisea.
En Cuba hay ganchos o fuentes, que tienen contactos con la Organización en Miami, su trabajo es buscar en la isla a clientes deseosos de emigrar, y con el dinero para el pasaje; también se ocupan de llevar a los grupos a puntos de la costa pre convenidos con la ayuda de guías locales, a los lugares en que las lanchas, o las bombardinas cargarán la mercancía.
Los ganchos y guías cobran a los coyotes en dinero o  con un pasaje en el mismo grupo que ayudaron a reunir.
Ya en la costa el embarque es coordinado con teléfonos satelitales, dando a los lancheros las coordenadas del lugar (GPS mediante), y estos fijando la hora del encuentro.
En ocasiones, por ser la orilla muy baja, o simple precaución; los lancheros prefieren embarcar a sus pasajeros en cayos alejados de la costa, con la ayuda de otros personajes que ofrecen servicios de cabotaje: los Bombardineros, operan unos botecitos de fondo plano con motores adaptados de bombas de regadío conocidas como bombardinas.
Los bombardineros, cayuqueros o yoleros, trasladan a sus pasajeros a los cayos, y allí esperan por los lancheros para coordinar el embarque y recibir su pago.
Las lanchas rápidas los coyotes las equipan con 2 ó 3 poderosos motores fuera-de-borda: La  que sacó a P***  traía 3 motores Yamaha de 250 HP cada uno.
Algunas de estas naves son adquiridas en EE.UU. pagadas en efectivo, y luego les dejan la matrícula a nombre del dueño anterior; y otras las roban y mediante sobornos las empadronan en México.
Los lancheros entregan su carga en Cancún, donde el grupo se le divide y reparte entre varias casas, esperando por el dinero de rescate que será enviado desde los EE.UU.
Una vez pagada la deuda, comienza la subida a manos de grupos especializados en transportar los cubanos desde Cancún a la frontera con EE.UU.
Los subidores son expertos en negociar los peajes ilegales o mordidas que exigen las autoridades y las bandas criminales locales, para cerrar los ojos y dejar pasar a los inmigrantes por las carreteras mexicanas.
Los subidores acompañan y protegen a sus pasajeros hasta unas pocas cuadras de un puente fronterizo, en una zona-de-nadie erizada de peligros, el último obstáculo antes de arribar a la orilla norteamericana y acogerse a los privilegios de la Ley de Reajuste Cubano.

 El 3 de Agosto del 2010 hizo el primero de sus 5 intentos por escapar de Cuba

Los 4 intentos fallidos de P***
P***, a mediados del año pasado comenzó a comentar entre gente de puntería sus deseos de salir del país, asegurando que su familia en Miami ya tenía los 10 000 dólares necesarios para pagar por su fuga de la isla.
Sus familiares no tenían un centavo.
 P*** mentía a sabiendas que, una vez en México, su jugada podía costarle que lo torturaran hasta que apareciera el dinero, o lo mataran si no se pagaba el rescate. Se la jugaba al canelo.

El primer intento:
Los comentarios de P*** pronto llegaron a oídos adecuados, y fue contactado por un gancho, y el 3 de Agosto el muchacho ya iba rumbo a su primer escache, con otras 9 personas de Florida, Camagüey.
El día 5 intentaron salir por Santa Lucía, Pinar del Río; pero fueron capturados por la policía, aunque solo estuvieron detenidos por 17 horas y liberados sin ser multados, porque “ahora los guardias lo que buscan es al traficante y sueltan a los punticos”.
Segundo:
P*** no recuerda la fecha exacta, pero sí que fue a principios de Septiembre, y por la costa de Las Tunas, Oriente; esta vez eran 8 de Camagüey y otros tantos de otras partes de la isla, que ya los esperaban en Las Tunas para completar el grupo.
El gancho le dio el número del móvil de un “guía” que los esperaría en un “punto de amarillos” en la entrada de la ciudad de Las Tunas; el tipo nunca se les acercó ni pudieron verle la cara, las instrucciones las daba con un teléfono móvil: “todo se hace a golpe de celular, nada más tienes un número y no sabes quiénes son esas personas”, afirma P***.
Siguiendo al guía en bici-taxis llegaron a una casa de una familia que se iba en ese viaje, donde pasaron esa noche y el siguiente día; en la segunda noche se internaron en el monte.
Esta vez, luego de caminar más de 40 kilómetros por los bosques, salinas y manglares de la costa tunera; ya sin agua ni comida y con los pies destrozados, el lanchero los llama y les dice que los guardacostas cubanos no lo dejan entrar.
Deciden regresar y son sorprendidos por una patrulla fronteriza con perros pastores alemanes: “en el corre-corre una mujer se cayó en un hueco del diente-e-perro con niños y todo; tremenda gritería, y el marido llamándola, y no aparecían, de tan hondo que estaba el hueco”.
Los encerraron  3 días en las celdas de la Seguridad del Estado en Puerto Padre, tampoco esta vez hubieron multas ni citaciones.

Tercero:
La supuesta salida esta vez era por Vertientes, Camagüey; en la primera semana de Diciembre un gancho reunió a 6 jóvenes de Florida, Camagüey; y ya de nuevo el monte, el guía nunca apareció, y el grupo regresó sin contratiempos, pero con la sospecha de que trataron de usarlos como carnada.
Las carnadas son grupos que los ganchos usan para entretener a los guardacostas; el método es reunir y hacer esperar, engañándolos, a un grupo en un punto de la costa, y luego delatarlos a las autoridades para “que se los coman”, mientras los guías sacan a un grupo mayor por otro lado.

Cuarto:
La siguiente semana el gancho reapareció, invitándoles a hacer otro intento; y a pesar de las sospechas, aceptaron.
Este intento fue apenas un amago, porque el almendrón que recogería a P*** en su casa nunca llegó, porque un sapo se coló en el camino, y en el automóvil ya entonces no quedaba espacio para otro pasajero.
Al menos el sapo le ahorró a P*** unos pesitos y otro escache; porque el gancho en esta ocasión aseguró de que su carnada no escapara y terminara en las manos de la policía.

 Quinto Intento: ¡BINGO… and welcome to La Yuma!

Pa’ Lavana.

Ese 22 de Diciembre, P*** estaba, como de costumbre, en el portal alquilado para su negocito; el trabajo estaba flojo y P*** cabeceaba, aburrido y esperando por clientes; cuando entró una llamada anónima a su móvil de una fuente desde La Habana: “¡Ven pa’ Lavana YA!”.
Esta vez salieron 2 de Camagüey a tramos y en camiones que paraban a recoger pasajeros en paradas improvisadas a lo largo de la carretera nacional, conocidas como los amarillos.

Las fuentes obtienen los números de sus clientes o puntos, a través de sus ganchos, pero bloquean sus propios números telefónicos para evitar que los puntos los delaten si son atrapados; así los puntos solo pueden comunicarse con sus guías cuando estos los llaman.  El punto es ciego, y la fuente no da la cara.

Llegaron a la capital, y pasaron la noche caminando y esquivando a la policía, por su condición de ilegales en La Habana. Allá les ordenaron ir a Batabanó el día siguiente, y esperar en una gasolinera por instrucciones.
Ya en la CUPET de Batabanó,  les indicaron ocultarse bajo un puente, donde ya otras 5 personas esperaban; desde este lugar, los guiaron –siempre por teléfono- a caminar por una línea de tren abandonada, a las afueras del pueblo, desde donde un camión los recogería para llevarlos a la costa.
Caminaron cerca de 3 Km hasta que el camión, “un cacharro de los años 50s, lleno de grillos y como de 70 colores”, llegó con otras 21 personas. Eran un poco más de las 7:00 pm cuando el  grupo se completó, y enfilaron hacia la costa.
Bajaron a los 28 en un lindero, y de allí siguieron a los guías unos 15 Km monte adentro hasta el cargadero en los manglares de la bahía. En los cenagales, con el fango a media pierna,  P*** y otros perdieron los zapatos.

A lomos de Bombardina.
Las 2 bombardinas llegaron al cargadero en la madrugada del 24 de Diciembre, costeando con los motores apagados y halando sus botecitos con sogas, como si fueran vacas.
Los bombardineros marcan los cargaderos como waypoints en sus receptores GPS, y con teléfonos satelitales le transmiten las coordenadas a los lancheros que esperan en aguas internacionales.
La gente desesperada se abalanzó a montarse en las yolitas, y una terminó cargando el doble de personas que la otra, el agua casi entraba por las bordas, pero los yoleros no se molestaron en repartir el peso, y así salieron remando, para alejarse lo suficiente,  prender los motores y enfilar rumbo al cayo.
“Se cayeron varios, y algunos nos lanzamos a ayudarlos; me hundí en el fango del fondo hasta media pierna, y el agua me llegó a la cabeza; después una de las yolas comenzó a hacer agua y tuvimos que achicarla por horas,  hasta que desembarcamos”.


Desembarcaron en el cayo 2 ó 3 horas después, justo antes del amanecer ; el islote era poco más que un terrón de fango helado, cubierto de manglares y mosquitos.
 “Una noche perra, hacía un frío de perros, imagínate a nosotros mojados y durmiendo hundidos en el fango”.
Escondidos en los manglares esperaron el amanecer de la navidad del 2010.
Fue un día interminable aguardando la noche y a los lancheros, pero al menos los yoleros les dieron panes y agua.
Cerca de la 1:00 de la madrugada siguiente, uno de los migrantes ve un brillo extraño en el agua, el que los yoleros confirman como la estela de la lancha que viene a buscarlos.

El lanchazo.

“La lancha ancló a unos 15 ó 20 metros de la orilla, y la gente salió corriendo a montarse, ya era puro desespero y si te hundías en el fondo cenagoso nadie te ayudaba, yo por poco me ahogo, me clavé en el fango hasta la cintura y el agua me tapó la cara, no sé ni cómo me zafé”

Los lancheros eran 2, aparentemente cubanos pero entre ellos hablaban en inglés. Ayudaron a las mujeres y a los niños a subirse a la lancha; y los hombres se treparon “a la pelota”, por su cuenta.
La lancha era una bestia impulsada por 3 motores con una potencia total de 750HP; más que suficiente para escapar de las envejecidas patrulleras cubanas.
Los lancheros –J*** dice que fue necesario para llegar de noche a Cancún- estuvieron escondidos en la cayería hasta el mediodía en que partieron rumbo a México.
El viaje duró 21 horas, los lancheros les dieron comida, refrescos y hasta traguitos de Whiskey para que entraran en calor “lo que el cubano no puede comer en Cuba”, afirma P***;  los alimentaron y cuidaron bien, pero durante todo el viaje nunca les hablaron, hasta que ya en Isla mujeres les ordenaron desembarcar.

Kaan-Kun.
Apenas unos 30 años atrás Cancún era una playa virgen, una estrecha franja arenosa con costas en el mar Caribe y la laguna Nitchupté; hoy es uno de los más importantes polos turísticos mexicanos, generando ingresos de miles de millones de dólares anuales.
Pero debajo del resplandor de las torres de sus lujosos hoteles internacionales y las transparentes aguas y blancas arenas de sus playas; medran otros negocios no menos poderosos, llevados a punta de cañón y ejecutados por gente para los que la ley es un chiste, y las vidas de sus víctimas un producto desechable.
El lado oculto de la ciudad es una urdimbre de redes dedicadas al narcotráfico, la prostitución, el contrabando de bienes, el tráfico humano y el lavado de dinero.
Cancún hoy hace honor a su nombre milenario: Kaan-Kun, que en lengua Maya significa “nido de víboras”.

Secuestrados.
En Isla Mujeres estuvieron más de una semana detenidos en una casa, hasta que los llevaron al puerto, los mezclaron con los turistas y embarcaron en el Ferry que conecta a Isla Mujeres con Cancún.
Desde el puerto en tierra firme salieron en taxis a las casas donde los encerrarían hasta que sus familiares en EE.UU. pagaran el rescate.
El lugar donde retuvieron a P*** era atendida por mexicanos, pero los jefes de la red eran cubanos.  El paisanismo quizás lo salvó de ser torturado cuando descubrieron que su padre en Miami no tenía el dinero necesario para pagar el rescate.

El grueso del tráfico humano en México, proviene de Centro y Suramérica; unos 20 000 migrantes por año, y el negocio es controlado por bandas paramilitares formadas por ex soldados y policías, conocidas como Los Zetas; los Zetas no se andan con cuentos, y al menor contratiempo apelan a la tortura y el asesinato.
Ya en la zona fronteriza otras redes criminales se reparten el pastel con los Zetas: el Cártel del Golfo y La Maña extorsionan y usan algunos migrantes de mochileros, para  pasar por el Río Grande la droga a los EE.UU, y a muchas las mujeres jóvenes las violan y venden a los prostíbulos de ambas orillas del río.

Al pasar los días los secuestradores fueron liberando –pago mediante- a la mayoría, y el grupo quedó reducido a quienes no podían pagar.
La situación era tensa, y aunque los trataban bien; los mexicanos comenzaron a llamar a los familiares en Miami y amenazarlos con enviarles pedazos de los detenidos: “a mi papá le dijeron que me iban a arrancar los güev…, que me iban a torturar si no mandaban el dinero”.
Allí estuvieron varios días más, hasta que el mero-mero, el jefe de la red ordenó echarlos a la calle. No los violentaron y hasta los pusieron en contacto con un subidor que les cobraría solo 2000 dólares per cápita por llevarlos a la frontera estadounidense.
Cuenta P*** algo irónico: “los hombres estábamos nerviosos y acobardados, pero las mujeres estaban como si nada… las mujeres tienen más valor que los hombres, a unas hasta les dio por empericarse e irse de fiesta con aquellos tipos… una muchacha se empató con uno de ellos, y cuando salimos hacia la frontera, se quedó a gozar la papeleta con su papi mexicano… las mujeres tienen tremendo valor”.

La subida.

La familia de P*** esta vez pudo reunir el dinero, y el muchacho, junto a otros 11 migrantes cubanos y 2 subidores, se apretujaron en una van que partió al Norte en la madrugada del sábado 11 de enero del 2011.
A eso de las 4:00pm, en Mérida, una patrulla de la Policía Federal detiene la van y pide 1000 pesos por cabeza, pero al notar que son cubanos, llama a 2 patrulleros más; y exigen y reciben 50 000 pesos mexicanos (4170 dólares) para dejarlos continuar el viaje.
En Veracruz, en la tarde del lunes, caen en manos de otra patrulla, y la historia se repite; pagaron otros 50 000 pesos, y ya esta vez a los subidores no les apenas quedaba dinero para seguir pagando mordidas, y si los volvían a parar nunca llegarían a la frontera.
Durmieron en la van, y a las 4 de la madrugada volvió una de las patrullas que los acompañó y les fue abriendo el camino por los retenes policíacos de la carretera, hasta que pasaron el área de Veracruz.
Luego de 9 horas llegaron a Ciudad Victoria, y parquean detrás de un almacén abandonado, sin atreverse a salir de la van  –“orinando en pomos, porque si nos veían ahí mismito se acababa el viaje”- y deciden pedirle a sus familiares más dinero para pagar sobornos –la abuela materna de P*** le envió 200 dólares.
Al mediodía del jueves 13, salen del hotel y esperan en la guagüita hasta que fuera más tarde para partir rumbo al poblado fronterizo de Matamoros.
De Ciudad Victoria a Matamoros hay unas 4 horas, pero a ellos les tomó el doble de tiempo porque fueron rodeando los retenes y evitando las carreteras con mayor tránsito.

La frontera.

“¡Mima soy yo, ya me la gané… sí, ya crucé la frontera, soy libre coj… abuela!
Llegaron a las afueras de Matamoros a las 9 de la noche, y los dejaron en un basurero; allí un señor les dijo que caminaran siguiendo la tapia que rodeaba el lugar, y se metieran por un portón y encontraran un hueco en la tapia del fondo;  ya al salir verían las luces del puente internacional de Brownsville, Texas.
El grupo salió corriendo al puente, y con la desesperación se metieron por el lado equivocado – “así mismo explotó mi primo hace unos meses”- recuerda P***; pero esta vez se encontraron con honestos oficiales mexicanos que les indicaron dar la vuelta y tomar la entrada correcta; P*** saltó la cerca entre los 2 pasillos y corrió a la caseta norteamericana seguido por el resto del grupo.
Entraron  gritando: “¡Somos cubanos, somos cubanos!”; los pasaron a una oficina donde presentaron sus identificaciones y llenaron unas planillas.
En un par de horas todos tenían en sus manos la autorización para permanecer en los EE.UU. y un oficial de inmigración los felicitó y les ordenó salir y alejarse del edificio.
P*** llevaba días sin comer ni bañarse, estaba débil y en Brownsville el frío de la madrugada se le metía por los pies descalzos –“los zapatos se me quedaron atasca’os en el fanguero del cayo”- allí no conocía gente, ni tenía un teléfono para llamar a sus familiares; pero desde un parqueo le llegó el sonido inconfundible de la música cubana: eran cubanos que esperaban para recibir a sus allegados recién llegados, allí a P*** le dieron comida y un par de chancletas, y lo metieron en un carro para que se calentara.
Alguien le puso un teléfono en las manos, y ya ese día almorzó en Rockport, Texas con su abuela.
P***, luego de 27 días en un viaje preñado de peligros y por 3 países, que lo llevó desde un pueblito del interior cubano a una moderna urbe norteamericana, aterrizó sano y salvo ayer en Miami, Florida a las 11 de la noche del 18 de enero del 2011.
Hoy llamó contento “porque Miami es lo más grande y el lunes ya empiezo a trabajar”.
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Update 5 de agosto 2011: P*** lleva meses trabajando de lavaplatos en un restaurant de Miami, y también estudia para obtener una licencia de barbero.

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