La Habana, 1ro. de agosto. Raúl Castro anuncia reforma migratoria.
El General Raúl, de un plumazo (de vez en cuando se le salen las plumas), convierte al exilio cubano en una manada de emigrados.
Según el menor de los Hermanos Pinzón (el más chiquito es mari... nero), la mayoría de quienes espantamos la mula, lo hicimos por razones económicas, y ahora el gorilato cubiche no solo se enriquece con las remesas, aranceles y trámites de viaje; también se prepara para exportar miles de futuros remeseros y mulas que regresarán (de visita solamente, déjense de confiancitas) con brazos cargados de paquetes y bolsillos rebosantes de dólares para financiar una tiranía incapaz de producir -ni siquiera- agua de coco.
La jugada es muy conveniente para la pandilla mayimbe: Blanquean la imagen represiva, se quitan de encima a miles o millones de desempleados, canalizando las tensiones sociales en un emigración masiva, y con el beneficio añadido de esperar que los "emigrantes" regresen cargados, para exprimirlos.
Pero para bailar tango se necesitan dos, y la pregunta de los 64 mil pesos es ¿cómo conseguir una visa?
Creo que uno de los efectos no esperados de esta reforma migratoria, será ver a Timbuktu llenarse de jineteras, pingueros, bisneros, nagües y aseres... y algún que otro chivatiente precavido.
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