El viejo y moribundo periodismo impreso, en donde el periodista es dueño de la información y lord de las opiniones, es cosa del siglo pasado; ya los medios no controlan sus lectorías, mucho menos un grupito de pedantes periodistas ortodoxos pueden decidir qué sale a la luz. Este es un mundo donde un campesino bosnio chatea en facebook con una fuckaroo australiana, y un bushman namibio se va de cacería con su azagaya y smartphone, go it Pancho?
Pero viejos hábitos se aferran a morir, de ahí que desde nuestros insignificantes blogs -e inmensos egos- nos damos el lujo de censurar a alguien que fácilmente puede abrir su propia página y expresar lo que le venga en ganas.
En el caso cubano es aún más ilógico, cuando la mayoría de estos blogs son de personas que sufrieron la censura del comunismo; ¿cómo carajos vamos a tratar de censurar un comentario que no nos guste?
La censura siempre encontrará excusas -como cualquier otra forma de represión:
- No admito "trolls".
- No publico palabras obscenas.
- Ese comentario me parece racista, o sexista, u homofóbico, o... no lo entiendo, así que mejor no lo publico.
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