martes, 10 de agosto de 2010

Anécdotas de Gtmo. Bay; Si tomas no manejes, si manejas no...

 La tenencia y consumo de bebidas alcohólicas estaban prohibidas para los refugiados. Pero los balseros, tipos ingeniosos y arriesgados (y un tanto borrachines), pronto encontraron una solución a la Ley Seca.
 Las raciones de comida incluían una cajita de uvas pasas, también nos daban coctel de frutas, manzanas... y la cuenta estaba clara: ¡Hacerlas vino! Bueno, allá le decíamos "podrirlas".
 Tampoco habían tanques para fermentarlas, pero qué no hace un balsero: Forraban, por dentro, cajas de cartón con bolsas de basura (eso lo inventaron cuando la escacez de agua), y así lograban tanques de 30 a 50 galones.
 Echaban la fruta y rellenaban con agua, luego ataban la boca de la bolsa y le insertaban un tubito (casi siempre el absorbente o pajilla que venían en las cajitas de leche Parmalat): Esperabas un mes a que aquello fermentase, y la nota era histórica: ¡Primera borrachera en territorio libre de Cuba!... or something like that.

 Pero este cuento no es acerca de la adoración cubiche por el dios Baco; si no las extrañas, y hasta peligrosas -life-changing- reacciones que se producen al transitar de súbito, desde la abstinencia total a la más puerca de las curdas imaginables.

 El Cojo era un cincuentón, o un cuarentiña bien rodado; un tipo flaco, bajito y reservado, con una pierna más corta y siempre mal afeitado; que vivía en una cabaña donde se "podría" vino a trocha y mocha; aunque El Cojo nunca bebía.
 Pero a cada cerdo le llega su San Martín, y esa noche aceptó su primera copa, que no fué la única y la siguieron muchas más... hasta que súbitamente, galones más tarde, tiró un trago a medio tomar y dijo que "eso no era lo que él necesitaba".
 A las preguntas de sus solidarios curdarines, El Cojo dió la callada por respuesta, y se trepó a su litera a dormir la nota; pero allá lo siguieron sus amigos, insistiéndo en saber qué era lo que él necesitaba.
 El hombrín; quizás harto por la insistencia, o por el secreto que le comía el pecho; se sentó en su litera y gritó a pulmón lleno: "¡Yo lo que necesito es una pinga; no me jodan más y déjenme dormir!"
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 Espero que los lectores de este blog recuerden esta anécdota; y resistan los deseos de manejar, y otros, si están tomando.

1 comentario:

  1. muy buena anecdota para hacer uso de conciencia enel consumo y tomar desiciones con responsabilidad.
    @nomanejes en cd de Puebla Mexico,es un servicio interesado en la integridad de sus usuarios.
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