Gtmo. fue una olla de presión donde víctimas que huíamos de la tiranía castrista, criminales, locos, espías y otras yerbas; cocinaban su propio ajiaco, todos mezclados y a punto de reventar.
Tengo en el tintero, y prometo unas jugosas anécdotas de espías cubiches, jodiendo la pita en la Base... pero este es el cuento de Cheché, un inocente balserito, al que la contrainteligencia norteamericana confundió con un chivatiente comuñángara.
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Antes de seguir con estos relatos; aclaro que son fidedignos y plenamente comprobados; en Gtmo. fuí el editor-in-chief del periodiquito "El Balsero". {No el fundador, como afirman algunos despistados académicos-cubabóbonos y muchos balseros; que quien tiene el honor... o el horror es Carlos Puig, uno de los personajes más interesantes, contradictorios y misteriosos del balsazo del 1994... y eso es otra historia}.
O sea, que estaba en el centro del chisme y del brete, y dispuse de recursos, y de un excelente team para cosechar y comprobar estas anécdotas; que nunca se publicaron en El Balsero, pues esa no era su línea editorial; pero de tan sabrosas, es un crimen que me las calle.
De mi año en la Base (agosto 1994 - agosto 1995), guardo innumerables anécdotas, la satisfacción de haber ayudado a mis compatriotas balseros, y el reconocimiento del US Army... y que Dios guarde y proteja a quienes pecaron, que el chismorreteo apenas comienza. Amén.
Si algún balsero topa con este blog, lo invito a compartir sus vivencias en los comentarios.
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Al que luego conocimos por Cheché, era un tipo regordete, picando los cuarenta; uno de los pocos balseros que no usaba shorts ni chancletas; con sus motas y patillas al más puro estilo de chulo del barrio de Colón.
Un mal día, para ser precisos: una madrugada; los cara-pintadas (unos soldados enormes, con los rostros embadurnados de camouflage verde), invadieron su cabaña y lo sacaron cargado, esposado de pies y manos.
El hombre estuvo preso y bajo interrogación, por cerca de 2 meses; en un lugar que el describió como un túnel o polvorín subterráneo, en la falda de una loma.
La "cosa" que los guardias regresaron al camp, era un rastrojo humano.
Lo que hicieron con él, no sé, porque nunca quiso entrar en detalles; pero lo cierto es que entró aparentando estar en sus late thirties o tempranos cuarenta; y salió flaco y arrugado como una lagartija, y hecho un anciano.
El tipo, en aquella prisión subterránea, adquirió un tic nervioso que le hacía cecear y gaguear; se "trababa" en medio de una frase y solo atenía a repetir: Ssshé - ssshé, ssshé - ssshé... sacudía la cabeza, abría y cerraba los ojos, pateaba el suelo; pero del ssshé-ssshé no salía... ¡Corre y dale agua, qué se te ahoga!
Y los jodedores lo bautizaron Cheché.
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