La libertad súbita tiene efectos impredecibles.
En Gtmo. aún rodeados de alambradas, guardias y minas; éramos más libres que en Cuba.
Este tema da para una docena de historias, pero esta es la de D, un balserito de La Habana; tipo emprendedor que desde los primeros días ligó un trabajo en un almacén donde se guardaban las donaciones provenientes de Miami.
D. pronto se convirtió en un próspero bisnero, que hacía entregas a domicilio de ropas, zapatos, radios, pilas; y cuanto tareco le encargases. D. era un rey del mercado negro balsero, un príncipe azul para las jineteras-refugiadas ávidas de pacotilla. El chamaco tenía todas las nalgas que quisiera; a toneladas; y era un tipo compartidor, buena gente, siempre sonriendo y tratando de joderte un dollar: Un luchador, como les dicen en el Cayo a quienes inventan un peso en el aire.
Pero D. era también un tipo libre que no aceptaba los límites estrechos de un mundo dividido en dos por el sexo... o dividido en dos sexos, whatever.
Un día lo veo arreglado como para una fiesta, y le digo: "¡Estás acabando con las nenas, matador!".
Y como de pasada me respondió: "Con las nenas y con los nenes: acabo de meter un vacilón con una novia que tengo en el Fox-Trot, y ahora me voy a gozar con mi novio del Juliett".
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