Los camps estaban llenos de espías y agitadores, chivatientes a las órdenes de La Habana.
Un día sorprendieron a un "balsero", transmitiendo información para Cuba.
Allá era muy difícil, casi inexistente la privacidad, excepto dentro de los port-ó-can, las letrinas plásticas que alinearon en un extremo del camp.
Pero nuestro espía tuvo tan mala suerte, que otro balsero, usando la letrina de al lado, escuchó la transmisión y llamó a los soldados.
La noticia corrió y se transformó, y ya se afirmaba que al tipo le ocuparon un transmisor oculto en su reloj pulsera: Al más puro estilo Dick Tracy.
Lo del reloj es bullshit, pero que lo sorprendieron transmitiendo es 100% real.
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